martes, 8 de mayo de 2012

Deseo inconcluso

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Te detienes, y la dulce silueta de la tela que te cubre perfila la suavidad de tus formas. Serenidad en un gesto y en cada gesto, brotes de picardía e inocencia que entretejen el más dulce vestido.
Transparencia clara en la mirada y en un leve giro de tu figura mis deseos vuelan
al compás de una palabra tuya.

Bailas y sonrío. Danza fugaz en un beso deseado.
Un paso. Dos. Y ese vaivén de cintura hace que dude si estoy soñando, o si una de esas historias de hadas y hechizos que me contaban de pequeño se ha hecho carne ante mí.
Paz, dicha. Luminosa sensatez que hace desaparecer mis penumbras.
Labios tibios que acaricio perfilando con la yema de mis dedos. Labios que avanzan levemente dibujando el comienzo de un beso interminable, mientras entornas los ojos y logras que el tiempo no exista.
Solo un largo beso y tu cuerpo tiembla al verse abrazado.
Eterna intimidad compartida a gritos. Manos que buscan enredarse en tu piel y al fin, contacto pleno de dos cuerpos borrachos de ternura y pasión, jadeantes de locura, que resbalan enroscándose el uno en el otro.
Danza de lamentos de placer, acelerando pulso y ansia. Ánimas que, cual árboles, hunden sus tallos fuertes en las entrañas del sustrato que les da la vida.
¡Explosión contenida!
Placer soñado.
  
Trozos de carne exhaustos. Cosquillas que caminan vadeando riachuelos en la piel húmeda.
Descanso no deseado.
Sueños entrelazados como ramas de un árbol eterno.
Amanece y la luz busca tu rostro para sentirse más bella.
Un beso. Una sonrisa.
Solo un gesto, una imagen entre luces y sombras.
Pero que gesto.
Que imagen.
Desayuno un trozo de paraíso en el vaso de tus labios.
Ya no hay nubes.
Solo hay luz.

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