sábado, 12 de mayo de 2012

Quis separabit?

( Volutas de humo en un bar irlandés)



Suelos de ajada madera nacidos del navío de un corsario maldito. En esta cantina donde piratas modernos narran batallas vencidas en cien sueños inconclusos, mostrando orgullosos cicatrices sin pena... un grumete curiosea. Chiquillo absorto en un circo de frágiles historias.
Destellos filtrados a través del verde traslúcido de vidrios repletos de alcohol danzan al son de un dios que brinda en gaélico, mientras duendes cantan y danzan en torno a un barril repleto de ninfas.
Damas esbeltas coronando tacones caprichosos despiertan sonrisas ridículas en la faz de un memo que reniega de su edad creyéndose Peter Pan, alborotado como la espuma de la cerveza que nunca supo saborear.
Veinteañeros bravucones ponen de puntillas su ego, y muestran capa, espada, montura y cuartos, sin saber que nadie les mira.
Damas de talla y talle. Sin más comentarios. Reinas, madres, mujeres con todas las letras aunque falten letras para definir la grandeza de tales mujeres.
Un bebé desubicado en los brazos de su padre observa pasmado desde su atalaya a un perro hastiado y a la vez, expectante.
En asombroso equilibrio, la ebriedad rígida de una escultura estrecha un poste entre sus brazos mientras ninguna mirada se posa en ella. Amantes del hedonismo se relamen ante una rubia, sin conocer mujer.
Algarada de un cóctel dispar de adolescentes y de juiciosos maduros, que pierden el juicio pretendiendo un tiempo que no les toca.
Ansiando perfiles nuevos, un dibujante sin nombre se encuentra a sí mismo tras el espejo de un lienzo, mientras bosqueja un futuro incierto.
Un lector misterioso, parco en palabras e intenso en mirada, surge en el rincón sin nombre, mientras un escritor novicio que habla más que escribe y dice más si calla, anhela encontrar a quien le enseñe a finalizar eternos relatos.
Germanos y celtas hermanados conquistan castillos en el aire de sus sueños, a la par que princesas sin cuentos vencen dragones sin despeinarse.
Discusiones de pandereta y razones de medio pelo, expuestas por filósofos sin escuela disciernen el origen del universo, sin saber que en otro frente, simples humanos destapan verdades como puños que no se alzan, pero pesan, y valen su peso en oro.
Caballeros de antaño que nunca dejaron de serlo y plebeyos de humilde cuna comparten camaradería en constante enseñanza mutua, compartiendo una sabiduría atemporal.
Risas que restallan como fuegos de artificio.
Silencios infinitos que abrazan una sonrisa.
El grumete sonríe. Todos pasan de largo dejando el tesoro de un instante, mientras él queda como estatua de madera sobre la que el mundo cuelga su chaqueta, confiando en el destino.

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